La pregunta "¿Necesitamos la iglesia?" suele surgir en momentos de reflexión sobre nuestra espiritualidad y comunidad. La respuesta, en gran medida, depende de la concepción que tengamos sobre lo que significa ser parte de una iglesia.
La iglesia no es solo un edificio o un lugar donde se van a realizar rituales; la iglesia somos nosotros, tú y yo. Dios nos congrega a través de la comunidad, y es en este entorno donde realmente podemos experimentar quién es Dios. La conexión con otros creyentes nos permite compartir experiencias, sentimientos y enseñanzas que nos acercan más a lo divino.
En la iglesia, encontramos un espacio donde se fomenta la compasión, el amor, la integridad, la generosidad, el respeto entre otras cosas. Esta red de apoyo nos ayuda a crecer espiritualmente y a ser esas personas que reflejen el carácter de Cristo en todo lugar. Sin lugar a dudas, la iglesia nos ofrece la oportunidad no solo de conocer a Dios, sino también de conocernos a nosotros mismos en la relación con los demás.
Por lo tanto, la pregunta no debería ser si necesitamos la iglesia, sino cómo podemos comenzar a verla desde un enfoque más comunitario, donde el amor, la compasión y el entendimiento mutuo prevalezcan.
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